El
marxismo es fundamentalmente un método de análisis/transformación de la
sociedad capitalista, por tanto, no se ha de basar en describir los problemas,
sino también en plantear las soluciones. Marx comprendió esta cuestión al
escribir su undécima tesis sobre Feuerbach: "Los
filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de
lo que se trata es de transformarlo". En este blog tratamos
humildemente de contribuir a esta transformación, y para ello vamos a hablar de
la plusvalía, pero desde un punto de vista un poco distinto. Intentaremos no
dar por sabido nada, así que haremos una descripción de la visión
clásica de la plusvalía, y posteriormente, le daremos esa otra visión de la que
hemos hablado.
Plusvalía:
Imaginemos
a un hombre, un hombre que posee dinero, mucho dinero. Nuestro hombre no desea
mantener este dinero ocioso, sin movimiento, pues se da cuenta de que el flujo
de dinero en el capitalismo es susceptible de generar aún más dinero. En esta
disyuntiva, nuestro amigo se plantea abrir un negocio, un negocio que se va a
dedicar a la fabricación y venta de sillas. ¿Por qué sillas? Bueno, después de
un minucioso análisis en el mercado ha observado que existe una demanda
solvente de sillas y el está dispuesto a satisfacer esta demanda (aunque no sea
este su objetivo primario). En el capitalismo cuando un mercado tiene una
demanda solvente atrae a los capitales hacia él, esto solo ocurre cuando la
demanda es solvente, es decir, cuando se puede obtener beneficio de la satisfacción
de esta necesidad latente.
Pero
sigamos con nuestro hombre que ya se ha
decidido a emprender el negocio de fabricación y venta de sillas. Lo primero
que nuestro hombre se pregunta es: -¿Qué necesito para emprender mi negocio?-
Bueno, tiene dinero y una idea de negocio, que es bastante importante. Pero el
dinero y las ideas, por si solas, no hacen sillas, así que se da cuenta que
necesita materiales, madera, locales, clavos, martillos…etc. –Ahora sí que
puedo comenzar- piensa nuestro buen capitalista. Pero existe un problema
añadido, que tampoco los maderos y clavos se unen solos, como por arte de
magia, así que decide contratar a unos hombres y mujeres que se encargarán de
fabricar las sillas.
Estos
hombres y mujeres van unidos a algo que Marx llamaba “fuerza de trabajo”, que
es lo que el capitalista necesita para que las sillas empiecen a salir. ¿Cómo
puede el capitalista convencer a estos hombres y mujeres para que trabajen para
él? No le será muy complicado, puesto que a diferencia de él, los proletarios
(que así se llaman estos hombres y mujeres) no disponen de tanto dinero como
para no tener que trabajar.
Resumiendo.
Nuestro capitalista ya tiene todo lo que necesita: materiales y máquinas para
hacer las sillas (capital constante) y hombres y mujeres que pondrán estos
materiales en común (capital variable). En la mente de nuestro capitalista
aparece constantemente la siguiente fórmula:
D-M-D’
Esta
fórmula indica que si el invierte 10 millones de € (D) en comprar capital
constante y variable (M), finalmente obtendrá en el mercado 15 millones de
euros (D’). Su producción solo se realiza en tanto que puede obtener una
rentabilidad del dinero invertido, en el momento que D’
Las
sillas ya salen normalmente, y nuestro capitalista las vende a 15€ la unidad.
¿Por qué a 15€ y no a 200€? Aquí intervienen muchas cuestiones, pero lo primero
que nuestro capitalista piensa es -¿Cuánto me cuesta fabricar cada unidad?-. El
capitalista calcula que cada silla le cuesta 5€ en concepto de madera, clavos,
pegamento, pintura, es decir, en concepto de capital constante, y que le cuesta
otros 5€ en sueldos de trabajadores. Por tanto, deduce que la silla le cuesta
unos 10€. Si nuestro amigo quiere seguir ganando dinero sabe que tiene que
vender esta silla a mas de 10€, porque nadie monta un negocio para perder
dinero. Así que finalmente el precio que pondrá dependerá de la oferta y la
demanda, de la competencia que tenga en el mercado, pero jamás podrá bajar de
sus costes de fabricación, puesto que de ser así, tendrá que cerrar.
Pero
un segundo. Y aquí está el quid de la cuestión. Hemos dicho que la silla le
cuesta 10€ y que la vende por 15€. ¿De dónde salen esos 5€ de beneficio? ¿En qué
momento se han producido? Bueno, parece claro que se han producido en el
proceso de fabricación, es decir, en el proceso de valorización. ¿Qué es lo que
ha dado valor a esos materiales? ¿Qué es lo que ha convertido un puñado de
clavos y maderos en una preciosa y reluciente silla capaz de ser apreciada en
el mercado? La fuerza de trabajo. Es decir, el valor de la silla ha sido
producido íntegramente gracias al trabajador, que ha sido quien la ha
construido. Es cierto que el empresario ha jugado un importante papel en la
fábrica, puesto que ha sido él quien ha tenido la idea y quien ha hecho la
inversión, pero en el proceso de generación de valor (a la hora de fabricar la
silla) el no ha aparecido por allí.
Pero
volvamos a los costes de producción. ¿Qué significa coste de producción?
Significa desgaste de algo. Cuando golpeamos los clavos con un martillo, este
martillo ya está empezando a morir, es decir, está siendo desgastado, y el
empresario tendrá que añadir este coste de desgaste en la silla para que el día
de mañana, cuando sea necesario un martillo nuevo éste pueda ser adquirido.
Pasa exactamente lo mismo con la fuerza de trabajo. Un hombre o mujer que
dedica 10 horas o 12 horas del día a hacer sillas se está desgastando 10 horas
o 12 horas al día. El empresario tiene que garantizar que este obrero se
recupere, que tenga medios de subsistir y pueda volver a la fábrica el día
siguiente sin desmayarse. Es decir, el empresario tiene que reproducir la
fuerza de trabajo gastada por sus obreros, y lo hace con un salario, que servirá
a estos obreros para comprar comida, pagar el alquiler, el agua, la luz…etc.
La
cuestión reside en lo siguiente. ¿El salario que recibe el obrero es el fruto
íntegro de lo que ha aportado? Vamos a intentar responder negativamente a esto.
Recordemos que el capitalista obtiene el beneficio del trabajo del obrero, es
decir, que los 5€ (15€-10€) son generados por el obrero, así pues, si vemos que
el obrero solo recibe 5€ por silla es fácil deducir que no está recibiendo el
fruto íntegro de su trabajo. Si el obrero recibiera los 5€ de su sueldo y los
5€ de plusvalía que ha generado su trabajo, el empresario no se quedaría con
nada y su empresa tendría que cerrar. Así pues, vemos que el salario del obrero
no reproduce íntegramente su desgaste diario. Es más, el empresario únicamente
gana dinero en tanto que puede seguir manteniendo este estado de cosas.
Los
patronos conocen perfectamente donde reside su beneficio. ¿Por qué sino
estarían bajando los sueldos de sus obreros? Pues para reducir costes y
quedarse con un mayor margen de plusvalía por silla, simplemente. ¿Por qué
están alargando las jornadas y manteniendo los sueldos? Pues para pagar al
obrero únicamente por 8 horas mientras el obrero le regala gratis 4 horas más.
¿Por qué los patronos no desean sindicatos? Pues para hacer libremente lo que
quieran con los sueldos de sus trabajadores sin ninguna oposición. ¿Por qué se
llevan las empresas a Bangladesh, China o Rumanía? Pues para pagar 300€ por
obrero en vez de 1000€ por obrero y aumentar su ganancia por silla.
Punto
de vista feminista:
El
marxismo centra sus análisis en aquellos trabajos que cumplen con la
centralidad teórica en el capitalismo, es decir, aquellos trabajos que son
remunerados y que se hacen en relación de dependencia capital-trabajo. Para
Marx el centro de la actividad y de la economía capitalista se debe de buscar
en la fábrica, en el taller, en la empresa capitalista moderna y probablemente
no le falte razón, pero a menudo los marxistas olvidamos el papel del trabajo
doméstico no remunerado. El trabajo doméstico no remunerado está
fundamentalmente vinculado a la mujer obrera, (decimos obrera porque la mujer
burguesa suele mercantilizar este trabajo doméstico a otras mujeres obreras) y
tiene un papel trascendental en la economía capitalista, por lo menos, tan
trascendental como el trabajo productor. El trabajo doméstico es un trabajo
reproductor, es decir, su objetivo es reproducir la fuerza de trabajo de aquel
que lo realiza o de aquel que lo disfruta.
El
obrero que llega a casa después de trabajar y se encuentra con la comida hecha,
la ropa limpia, la casa ordenada y los niños cenados y en la cama, es un obrero
que está disfrutando de un trabajo doméstico que ha realizado su compañera
(compañera que probablemente también tiene un puesto de trabajo remunerado en
el mercado). ¿No reproduce la fuerza de trabajo del obrero el trabajo de su
compañera? ¿No se ha repuesto nuestro obrero al comer la comida hecha por su
compañera? ¿No se ha reproducido su fuerza de trabajo al vestirse con la ropa
planchada por su compañera? ¿No disfruta el obrero de una serie de cuidados
afectivos si se pone enfermo por parte de su compañera? Por tanto, esto nos
lleva a pensar lo siguiente:
El
capitalista está disfrutando de un porcentaje de fuerza de trabajo reproducido no
abonado, es decir, gratuito, es decir, expoliado, que se suma a la plusvalía
que no paga al trabajador.
Veamos
lo que quiero decir con un ejemplo numérico:
2> VISIÓN MARXISTA (incorporando la visión feminista)
Jornada completa: se requieren 15h para reproducir la fuerza de trabajo (las 5h de más son las que realiza la mujer para garantizar la reproducción física del minero, no contempladas antes)
El capitalista roba 10 horas
1> VISIÓN
MARXISTA (sin incorporar la visión feminista)
Jornada
completa: se requieren 10h para reproducir la fuerza de trabajo gastada durante
la producción de sillas.
El
empresario paga la reproducción del sueldo, es decir, 5h, con lo que se queda
con una plusvalía producida durante 5h adicionales.
El capitalista
roba 5 horas.
2> VISIÓN MARXISTA (incorporando la visión feminista)
Jornada completa: se requieren 15h para reproducir la fuerza de trabajo (las 5h de más son las que realiza la mujer para garantizar la reproducción física del minero, no contempladas antes)
El
empresario sigue pagando 5h, con lo que se queda 5h del minero y 5h de la mujer
del minero de forma gratuita.
Vemos
entonces como el capitalismo se sostiene por una doble explotación, la del
trabajo asalariado remunerado y la del trabajo doméstico no remunerado. La
mujer obrera está doblemente explotada, en tanto que mujer y en tanto que
obrera, en tanto que es robada en su puesto de trabajo (plusvalía) y en tanto
que mayormente es la que se ocupa del trabajo no remunerado que ayuda a
reproducir la fuerza de trabajo suya y de su compañero. Por eso los marxistas
somos feministas, porque reconocemos y repudiamos la explotación económica y
patriarcal que sufre la mujer en las sociedades burguesas.
¡Abajo el capitalismo!
¡Abajo el patriarcado!
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