sábado, 28 de diciembre de 2013

El aborto, Gallardón y los bolcheviques.





La nueva ley del aborto que ha sido anunciada por el gobierno español estos días ya ha provocado las protestas de diversos colectivos: mujeres, estudiantes, sindicatos, partidos de izquierda y partidos sencillamente no reaccionarios y nacional-católicos. Esta ley ha provocado también algo que no se veía desde tiempos de la dictadura, y me estoy refiriendo a manifestaciones frente a embajadas españolas, cosa que nos recuerda cual es la familia política del partido del gobierno. Algunos dicen que están sorprendidos por esta ley, otros dicen que no esperaban que Gallardón (“el más progre del PP”) se atreviera a tal agresión a la mujer. ¿Se podía esperar otra cosa de alguien del PP? ¿Se puede esperar algo bueno de un gobierno que recorta en dependencia y niega la asistencia a los sin papeles? Yo no me esperaba nada diferente.

La Iglesia en España mantiene aún grandes lazos, tejidos durante la sangrienta dictadura (que apoyaba y que cubría bajo palio), y esta ley no es más que el fruto de estos lazos con el poder. El ministro Gallardón, hijo de un adalid pro-vida de extrema derecha, ha consumado lo que su padre no pudo en su tiempo, y emulando a George Bush vengando a su papá de Saddam Hussein, ha dado una brutal estocada a las mujeres españolas. La ley Gallardón es una ley retrógrada, que nos sitúa al lado de Polonia e Irlanda y nos aleja de las supuestas democracias occidentales, es una ley que presenta a las mujeres como a niñas estúpidas, que las infantiliza y las trata, con ese vocabulario despreciable y machista, de “cuidar”. Que en pleno siglo XXI tengamos que defender que la mujer debe tener derecho a decidir sobre su propio cuerpo debe ser producto de nuestro particular país, pero yo no me resigno a que esto sea una pesadilla.

Imagino cómo deben de sentirse las mujeres de mi España, esas mujeres que estudian, que trabajan en la fábrica, en la tienda, en el taller, en casa, que cuidan a nuestros mayores y a nuestros niños más horas que un reloj, que soportan la cosificación del patriarcado, que ganan menos que nosotros y que encima, tiene que soportar que un gobierno influido por curas y frailes les diga que tiene que salir de su vagina. Es una verdadera vergüenza. Siento profunda vergüenza ajena de mi gobierno, un gobierno sin legitimidad alguna para estar donde está, un gobierno que aplica medidas anti-obreras y que engañó a sus propios votantes. Además, algunos miembros de esta organización mafiosa, con sus trajes caros pagados con sobres en negro, se atreven a decir cosas como: “es que lo llevábamos en el programa electoral”. ¡Es el colmo del cinismo! ¡Es mear en la cara de la gente! Después de recortar todo lo recortable, después de hacer reformas laborales, después de destruir las pensiones, después de aprobar leyes de seguridad propias de dictaduras y no de democracias burguesas, después de negarse a detener los desahucios, rescatar a bancos y amparar a corruptos, nos dicen que “lo llevaban en el programa”.

El título de este breve artículo contiene una palabra que aún no ha sido usada, la palabra Bolchevique. El señor Mayor Oreja decía que el aborto era “cosa de bolcheviques”, intentando insultar a aquellos y aquellas que estamos a favor del derecho a decidir de las mujeres. Veamos que decían los bolcheviques hace 93 años sobre esta cuestión:

“Mientras los remanentes del pasado y las difíciles condiciones del presente obliguen a algunas mujeres a practicarse el aborto, el Comisariato del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social y el Comisariato del Pueblo para la Justicia consideran inapropiado el uso de medidas penales y por lo tanto, para preservar la salud de las mujeres y proteger la raza contra practicantes ignorantes o ambiciosos, se resuelve:
“I. El aborto, la interrupción del embarazo por medios artificiales, se llevará a cabo gratuitamente en los hospitales del estado, donde las mujeres gocen de la máxima seguridad en la operación.”

Como podéis ver, señores del PP, fascistas de pacotilla, curitas de misa dominical y lame-cirios con cuentas en Suiza, los comunistas os llevamos un siglo de ventaja en la defensa de las mujeres.

domingo, 1 de diciembre de 2013

El PIB no es feminista





Esta breve entrada pretende desmitificar algunas magnitudes económicas que son presentadas como el mantra de la medición. Las facultades de economía presentan algunas magnitudes o variables como si estuvieran esculpidas en una especie de Sagradas Escrituras económicas, cosa que perturba al alumno y le ciega ante versiones que cuestionan estas verdades oficiales. Hoy vamos a poner un ejemplo muy claro de esto, vamos a tratar de presentar una magnitud muy conocida, el PIB, y vamos a intentar explicar porque no es (ni de coña) perfecta. El objetivo de esta entrada, por tanto, es hacer ver al lector que ni siquiera el lenguaje estadístico o económico escapa de la lucha de clases, pues veremos como estas magnitudes miden unas cosas y olvidan otras de forma intencionada.

¿Qué es el PIB?

A raíz de la explosión de la crisis capitalista los medios de comunicación de masas, fundamentalmente la TV, han ido incorporando lenguaje o “jerga” económica a sus programaciones. El desfile de “expertos” y “economistas indignados” ha sido interminable desde que Lehman Brothers se viniera abajo. ¿Esto ha sido positivo? En cierto modo si, hoy en día un trabajador o trabajadora está mucho más familiarizado con conceptos complejos como deflación, prima de riesgo, ventas a corto, interés interbancario…etc. Pero esta “mejora” en los conocimientos del conjunto de la clase obrera tiene un lado oscuro, pues los conceptos que han aprendido han sido introducidos como variables únicas e irreversibles.

Una de las magnitudes más usadas y repetidas en los medios es el PIB. Siempre escuchamos decir a los expertos económicos frases como éstas: “El PIB tiene que crecer al 2% para que se pueda crear empleo”, “lo más importante es recuperar los niveles de crecimiento del PIB de los años previos al estallido de la burbuja”, “China crece un 8% de PIB anual, su economía va viento en popa”. En general, la gente piensa que el PIB es una magnitud que mide la riqueza del país, es decir, es una suerte de termómetro del bienestar, de tal manera que mientras mayor sea, mejor para todos. Para la gente, el PIB, mide de forma precisa aquello que se produce en nuestro país, aquello que es esencialmente importante, lo económicamente relevante.

Lo cierto es que la idea de la gente se acerca bastante a lo que dice la economía oficial. Los manuales de economía definen el PIB (Producto Interno Bruto) como “un indicador económico que refleja la producción total de bienes y servicios de un país en un tiempo determinado”. Además, el PIB se calcula de la siguiente manera:

PIB = Consumo + Inversión + Gasto Público + (Exportaciones – Importaciones)

Vamos a desarrollar un poco esto. El PIB es todo aquello que se produce (ya veremos que esto no es así) en el interior de un territorio sin descontar los desgastes del capital usado, o sea, todo lo que se genera en España (lo haga quien lo haga) y sin descontar el desgaste de las máquinas, herramientas…etc. Este PIB puede transformarse en otras magnitudes como el PIN (que es el PIB – desgaste de capital) pero esto no es lo importante. Se suele utilizar muy a menudo el llamado PIBpc (per cápita) que no es más que dividir el total de PIB entre el número de personas que habitan un territorio. El PIBpc se suele utilizar muy a menudo para medir los niveles de bienestar, en tanto que a mayor PIBpc mayor bienestar y al revés.  

¿Es el PIB lo que dice ser?

Aquí tenemos el quid de la cuestión, pues el PIB no es, ni mucho menos, lo que pretende ser. Aquellas actividades que el PIB contabiliza son únicamente las que pasan por el mercado y por el trabajo remunerado, olvidando la producción no remunerada y el trabajo doméstico y voluntario (fundamentalmente en manos de las mujeres). Llegamos a la conclusión siguiente. ¿Es que a caso solo tienen valor aquellas cosas que dejan dinero en los bolsillos de los capitalistas de forma directa? ¿Es que el mercado es el único destino de toda la producción de bienes y servicios? Evidentemente no.

La situación es tan absurda que únicamente se puede entender mediante ejemplos: si nosotros cuidamos de nuestra madre de forma desinteresada, es decir, por el simple amor que le profesamos, esta no será una actividad generadora de riqueza ni de bienestar. Ahora bien, si estos cuidados son mercantilizados, es decir, si contratamos a una persona que cuide de nuestra madre, si que será considerado como una actividad merecedora de ser introducida en el PIB. Pongamos otro ejemplo. Si yo cocino un plato de lentejas para mis hijos, este plato no será cuantificado ni valorado como una actividad generadora de riqueza, en cambio, si este mismo plato de lentejas es elaborado por un cocinero, sí que se contabiliza y se considera un aumento del PIB.

Los trabajos de cuidados realizados fuera del mercado no son tenidos en cuenta, a pesar de la trascendental relevancia de los mismos para la cohesión social de los pueblos, mientras que actividades que destruyen el medio son valoradas como un aumento del bienestar de las sociedades. ¿Por qué fabricar de forma contaminante y destructiva genera puntos de PIB y en cambio cuidar de nuestros hijos no? Aquí está el quid de la cuestión.

Si no valoramos estadísticamente o no tenemos en cuenta los trabajos de cuidados o trabajos domésticos (fuertemente feminizados, por cierto) no estamos valorando de forma real la producción de bienes y servicios de un país.