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lunes, 18 de julio de 2011

La Revolución Española

Hoy se cumplen 75 años del golpe de estado que las clases defensoras de los privilegios dieron en España para contener el avance del pueblo obrero y campesino. Con motivo de este aniversario, desde este blog, queremos dar un pequeño (minúsculo) homenaje a los obreros y campesinos españoles que lucharon por un mundo mejor, y que por culpa del aislamiento internacional, la traición de sus dirigentes y las luchas internas fueron derrotados y su memoria aplastada hasta hoy. La lucha de la totalidad de obreros y campesinos españoles para conseguir la emancipación del capital ha sido silenciada y ha sido tratada como un hecho residual o anecdótico en los libros de historia, no hablemos ya de los medios de comunicación burgueses que continúan hablando de “no abrir heridas que cerró la transición”. Los que tienen mayor interés en silenciar el papel y las motivaciones verdaderas de la revolución española son aquellos, que o bien dieron el golpe reaccionario, o aquellos que apoyaban a los que traicionaron la lucha de la clase trabajadora. El conflicto civil se presenta hoy día como una lucha entre nacionalistas y demócratas, pero no como lo que fue realmente, como una guerra revolucionaria entre clases, que es el enfoque que vamos a darle aquí.

Para entender la guerra civil hay que entender las características económicas de España a principios del siglo XX. España era un país imperialista de segundo orden, que mantenía posiciones y destacamentos militares en el norte de África (después de perder Cuba y Filipinas en 1898), estas posiciones en el Rif condujeron al país a guerras imperialistas que desembocaron en crisis políticas y malestar social, a esto hay que añadir la crisis económica que trajo la primera guerra mundial (de ahí la huelga general revolucionaria de 1917). La situación previa a los años 30 estuvo muy revuelta debido a la falta de libertades políticas, las guerras en África, y las crisis económicas. La burguesía naciente en las ciudades solo podía gobernar conjurando sus poderes con los de los terratenientes tradicionales (una situación similar a la rusa, desarrollo desigual, aunque no tan acusada), la forma escogida fue a través de dictaduras militares.

Con el gobierno del almirante Aznar el rey Alfonso XIII convoco, para dar imagen de demócrata, elecciones municipales, en las que los partidos republicanos (que previamente se habrían reunido en San Sebastián) obtuvieron la victoria en la mayoría de las grandes ciudades. Ante esta situación el rey, temeroso, y con el recuerdo de su compañero Nicolás II muy presente, decidió huir de España con la famosa frase de “no cuento ya con el amor de mi pueblo”. Ante este vacío de poder se constituyó la II República Española, que se constituyó en un primer gobierno de partidos burgueses progresistas con el objetivo de llevar a cabo las reformas de la democracia burguesa que necesitaba España. Estas reformas que se intentaron poner en práctica fueron la separación de la Iglesia y el estado, la reforma militar (había un gran número de oficiales en el ejército) y por último, la reforma agraria, que sería una verdadera piedra en el zapato para los progresistas burgueses.

El boicot continuo de las clases conservadoras y la tibieza del gobierno republicano hicieron de estas reformas una utopía, sobretodo con el tema de la reforma agraria, que el gobierno quería impulsar desde un organismo sin financiación. Las clases trabajadoras se radicalizaban cada día más y la reacción entró en el gobierno de la mano de Gil Robles y la CEDA, que paralizaron aún más las reformas democráticas. Durante el Bienio Negro, que es el nombre que se les dio a los conservadores burgueses, tuvo lugar la revuelta asturiana del 34, que fue un alzamiento revolucionario que tuvo que ser aplacado mediante una fuerza expedicionaria de la Legión (enviada desde África y mandada por un joven general Franco). Las consecuencias de la revuelta asturiana fueron miles de muertos y de detenidos, además de en Asturias, en Cataluña, donde los progresistas nacionalistas burgueses iniciaron sus propias reivindicaciones. La represión contra los movimientos catalán y asturiano radicalizó aún más si cabe a los obreros, que ahora pedían ¡AMNISTÍA!.

Debido a una serie de casos de corrupción de las derechas se convocaron elecciones en las que se presentó una congregación de partidos progresistas burgueses y algunos socialistas, el llamado Frente Popular. La candidatura de izquierdas prometió lo mismo que prometió el primer gobierno burgués en el año 31, además de la amnistía a los presos políticos.

La victoria de dicha congregación de partidos significaba la vuelta al poder de los burgueses progresistas, pero no solo eso, los obreros y campesinos cansados de esperar las reformas prometidas y desconfiando de la burguesía se lanzaron a conquistarlas ellos mismos. Los obreros abrieron las puertas de las celdas y sacaron a los presos, obligaban al patrón a readmitir a los despedidos por huelgas o actos de agitación, y en el campo se tomaban las tierras, sin ir más lejos el 25 de marzo de ese año 60.000 jornaleros ocuparon 3000 fincas, el 1 de julio había 1.000.000 de trabajadores en huelga en el estado español. Mientras todo esto ocurría el gobierno burgués clamaba por mantener el “orden democrático”.

El día que se dio el golpe de estado fueron mayoritariamente los obreros y campesinos, los que nuevamente, lucharon prácticamente sin armas contra los sublevados, abasteciéndose de armas que robaron en los cuarteles y de la dinamita que consiguieron en las obras y canteras. La situación revolucionaria estaba en auge, si en ese momento los dirigentes obreros hubieran llamado a la revolución y hubieran luchado por ella, tal vez hubiese sido la historia de otra manera, lo que ocurrió fue distinto. Los partidos proletarios se aliaron con los progresistas burgueses, cosa que confundió a las bases y desmotivó el movimiento insurreccional, la unión con la burguesía gobernante fue un hecho absurdo y traicionero. La alianza con la burguesía contaba con el apoyo del PCE que (bajo órdenes del papaíto de los pueblos) dictaba cátedra, véase las enseñanzas del camarada José Díaz, que parece más que un comunista el presidente del Club de Fans de Stalin:

«Querido camarada Stalin,

Quiero transmitir por vuestro intermediario mis mejores saludos al Politburó, al Comité Central y al Gobierno. Y usted, camarada Stalin, reciba los saludos profundos y cordiales de aquel que no ha podido olvidar nunca la ayuda del camarada Stalin, timonel y guía de la clase obrera internacional.

Si yo dispusiera de diez vidas, con plenitud de salud y fortaleza, las daría, con placer si fuera necesario, sabiendo perfectamente que usted, mejor que cualquiera, las sabría utilizar, y si estas vidas pudieran prolongar su propia vida, las entregaría con más fuerza todavía.

Salud camarada Stalin. ¡Adelante, nuestra causa es la única que es justa!

José Díaz»

Con gentes así al mando de lo que se supone “la vanguardia” de la clase obrera, que debe ser su partido comunista, andamos bien. La política conciliadora de los comunistas españoles fue lamentable, aunque por comunistas me refiero no a las bases, sino a sus dirigentes. Los militantes del PCE hicieron grandes esfuerzos en combate y siempre serán héroes de la clase obrera española como lo fueron otros. Claro que estos fanáticos del “timonel de la clase obrera” no lo eran por gusto, sino que lo hacían condicionados a las entregas de armas y comisarios políticos y militares enviados desde Rusia, las armas de la URSS se enviaron (a parte de por dinero) con una implacable voluntad de guía de la línea política española.

Siguiendo con la guerra y la táctica del Frente Popular, diremos finalmente que el fascismo es la última línea de defensa de la burguesía para mantener el orden y la ley vigentes, el fascismo es el cortafuego entre el pueblo y la revolución, visto esto parece absurdo querer conciliarse con los defensores de este cortafuego. Los hechos demostraron que la alianza con los burgueses solo trajo contradicciones y confusiones para los obreros y campesinos españoles que llegaron a ser reprimidos por el gobierno republicano.

Hoy día, 75 años después es importante recordar la lucha de todos los obreros y campesinos españoles y extranjeros que dieron su vida y su juventud por la causa del proletariado.

¡SALUD A TODOS!

viernes, 1 de abril de 2011

Los preludios y inicios de la Guerra Civil Española

El capitalismo del periodo democrático, a veces, hace concesiones mas o menos importantes a la democracia proletaria: le deja tener sindicatos, partidos comunistas, organizaciones de prensa antiburguesa…etc. Esto lo hace bajo dos premisas, la primera es que estas concesiones no supongan una amenaza para su existencia (sindicatos vendidos, partidos comunistas débiles o reformistas y un largo etcétera.) y la segunda premisa es que lo hace para mostrarse democrático. Muchos regimenes capitalistas o precapitalistas han permitido esto, como por ejemplo el mismo régimen de Kerenski permitió los soviets, pero como hemos dicho, lo hace siempre y cuando estas concesiones no supongan una amenaza para su existencia, la prueba está en que el periodo de Kerenski se caracterizó por los hechos de Julio y la persecución a los bolcheviques, ya que empezaban a ser un peligro para el gobierno provisional, y se escudaron en Julio para perseguirlos y depurarlos.


Pues bien, el fascismo es distinto, el fascismo no permite ninguna concesión, y depura y elimina toda expresión de democracia proletaria, es decir, que el fascismo y sus comportamientos aparecen cuando las concesiones burguesas a los obreros amenazan con volverse en su contra. Solo en ese momento, solo cuando los burgueses se dan cuenta que su modelo está en peligro, recurren al fascismo, que es una arma de la burguesía. En un libro de Felix Morrow se dice: El fascismo es esa forma especial de dominación capitalista a la que recurre, en última instancia, la burguesía cuando la continuación de la existencia del sistema capitalista es incompatible con la existencia de la clase obrera organizada. La burguesía recurre al fascismo cuando las concesiones, que son producto de la actividad sindical y de los partidos obreros, se convierten en una carga imposible de sobrellevar para los capitalistas, es decir, intolerable para la futura existencia del capitalismo. En este momento, a la clase obrera se le plantea un problema inexorable que requiere una solución inmediata: fascismo o socialismo.


Estos dos primeros párrafos no ligan mucho con el título del post a simple vista, pero es esencial entenderlo, pues esta era la situación de España en el año 36. La Republica fundada en el año 31, estaba agotada de la fuerza con que la clase obrera tiraba de ella para tomar las medidas necesarias, las concesiones hechas por esta Republica burguesa dieron fuerza al proletariado y campesinado español que se avanzaba a los postulados de sus dirigentes y exigía reformas inmediatas (expresiones de esta frustración fueron los acontecimientos de Casas Viejas y el de Asturias). La situación del campo español era terrible, después del fracaso de la Reforma Agraria debido al boicot de los terratenientes y al de muchos miembros de los sucesivos gobiernos republicanos, el campesino estaba tremendamente desencantado con el gobierno burgués y exigía cambios revolucionarios. En las ciudades, sobre todo en Cataluña, el proletariado estaba también revolucionado y exigía medidas urgentes.


Este panorama trajo en el año 1936 la victoria del Frente Popular, que desalojó las derechas burguesas del poder e instaló un gobierno similar al que presidió la Republica del 1931 al 1933. Esta vez, los trabajadores, al ver que tenían un gobierno “afín” aplicaron inmediatamente partes del programa del frente popular sacando ellos mismos a los represaliados por el bienio negro de las cárceles y reincorporando a obreros al trabajo. Esta es otra muestra de que el pueblo español estaba mucho mas avanzado políticamente de lo que se dice.


Debido a este carácter avanzado del pueblo español, debido al temor a una revolución proletaria, Franco y los sectores más reaccionarios del país se alzaron, con el apoyo de los terratenientes y la gran burguesía. ¿Pero si la Republica estaba formada por burgueses, porque estos no rindieron su poder a Franco en el momento en que se alzó? Bajo mi punto de vista por dos cuestiones; la primera es que el pueblo no se lo permitió, la segunda es que los primeros que peligraban ante el alzamiento de Franco (como se vio posteriormente) fueron elementos que formaban los partidos políticos de la Republica.


El día del alzamiento en la península, el 19 de Julio, Barcelona entera se hecho a la calle y evito que el general Goded se hiciera con la ciudad. El gobierno de Cataluña se negó a armar a los obreros, que tuvieron que asaltar obras (para conseguir dinamita) y asaltar clubes deportivos (para conseguir fusiles) ya que a los delegados del POUM y la CNT se les denegó la entrega de las armas. Esta clase de acontecimientos se produjo en otras ciudades que cayeron en manos del proletariado, antes que la burguesía republicana se levantara del sopor en el que estaba. Es decir, que fue el pueblo y no el gobierno de la Republica el que salvó la situación en los primeros compases de la guerra.


Así pues, parece ser que Franco no se levantó simplemente contra el gobierno democrático elegido por el pueblo, sino contra el pueblo, que estaba avanzando a unas velocidades mucho mas radicalizadas que sus vanguardias. Es cierto que los fascistas tenían previstos aniquilar (como hicieron) cualquier estado de democracia republicano-burguesa, pero lo que finalmente les dio alas, bajo mi punto de vista, para alzarse, fue el carácter revolucionario que tenía el pueblo español. Como vemos, este punto de vista casa perfectamente con el postulado de que “el fascismo es la última línea de defensa del capitalismo” puesto que cuando la masa estaba a punto de tomar medidas revolucionarias, hizo falta una guerra civil para pararle los pies.

jueves, 5 de agosto de 2010

Los lienzos de la hoguera

Hace cosa de mes y medio tuve una tutoría con mi profesora de Teoría del Derecho. Aparte de lo estrictamente académico hablamos de muchos otros temas. Observando su pequeño despacho abarrotado de libros hasta el techo comprobé como se mantenía con cuatro chinchetas en la pared un folleto del estreno de Tierra y Libertad, película dirigida por Ken Loach, de la que los tres autores de este blog somos grandes admiradores. Ella también lo es. Me contó así mismo la experiencia de su familia en la Guerra Civil y comentamos diversos temas a raíz del film: la represión, los anarquistas, el POUM, mayo del 37…en un momento dado, ella comentó en clave de error en referencia a parte de las organizaciones revolucionarias, que fue una pena que se destruyeran algunas, más o menos valiosas, obras de arte, la mayor parte de ellas provenientes de los templos católicos donde se albergaban; un hecho que se refleja en una secuencia de Tierra y Libertad, tras la liberación de un pueblo por parte de la milicia del POUM. En ese punto le di la razón, pues muchas veces he reflexionado sobre lo nefasto de algunos excesos que en toda guerra se producen.

No obstante, dándole vueltas al tema, he creído llegar a la siguiente reflexión: ¿en qué medida debemos dar importancia al hecho de la destrucción de ciertos bienes, si como contrapartida se produce una transformación en tanto que aumenta la libertad y toman las propias riendas de su vida el colectivo que decide rechazar y con ello destruir los citados bienes artísticos? Estos no vendrían a ser más que la traducción material de esa profunda transformación social. ¿En qué modo podemos cuestionarnos la destrucción de esos bienes cuando ello es propiamente un paso más en el proceso revolucionario que impulsan las personas por su propia voluntad y colectivamente, pues así democráticamente se ha decidido, ya que identifican estos bienes con algunas de las cadenas que los ataban?

Recordemos que nos situamos en los años treinta. La Iglesia, o ataba con fuerza, o dormía las mentes que pudieran estar despiertas. Nosotros, desde nuestra óptica burguesa, o a día de hoy, de clase media, aunque sea progresista o de izquierdas, atisbamos esa pérdida artística como un atropello innecesario, que quizá lo sea, por el simple hecho de que esos bienes son arte e Historia. Mas si pensamos, ¿no produciría mayor satisfacción a aquellos campesinos, en vez de contemplar las técnicas artísticas de este o aquel lienzo o escultura, sin despreciarlos en ningún momento, el contemplar la propia obra de sus manos, la propia Historia escrita por ellos, la de todo el pueblo que aparece en colectividad que gracias a su trabajo y la propiedad de la tierra en común, pues para ello en común la trabaja, han conseguido?, traduciéndose esto en que todo lo necesario para su desarrollo como personas se encuentra en su poder. Y todo ello se ha producido por medio de la liberación de las cadenas que atenazaban su libertad, entre las que se encontraba la Iglesia, en sus lienzos y retablos representada. Es decir, hablamos del contemplar el fruto de un proceso revolucionario a todas luces.

Revolución supone cambio drástico en el modo de producción y en las relaciones sociales de una sociedad o comunidad. No podemos quedarnos rezagados apenándonos de algunos costes de la revolución cuando el resultado de ella es proporcionalmente mucho mayor, tanto como que el campesino obtiene su libertad en virtud de que obtiene la propiedad de la tierra que trabaja, pero no solo eso, sino que es el pueblo en conjunto el que la posee y la gestiona de manera colectiva con el fin de darle un uso lo más equitativo y justo posible.

Con este post simplemente hablo de la situación concreta que se refleja en Tierra y Libertad y que se produjo durante la Guerra en numerosas localidades sobre todo en la zona oriental del país.

Por tanto, como siempre digo, cada tiempo posee un contexto, y es nuestra acción y programa los que deben adaptarse al contexto que existe en cada momento. Pero pienso que esta reflexión nos puede ayudar a comprender los hechos ya pasados, o cuanto menos, simplemente a comenzar a reflexionar sobre todo aquello que ya creamos juzgado de antemano. Como me dijo un profesor de Filosofía, existen dos tipos de filósofos: los que cuestionan absolutamente todo, y los desastrosos.