Para entender la guerra civil hay que entender las características económicas de España a principios del siglo XX. España era un país imperialista de segundo orden, que mantenía posiciones y destacamentos militares en el norte de África (después de perder Cuba y Filipinas en 1898), estas posiciones en el Rif condujeron al país a guerras imperialistas que desembocaron en crisis políticas y malestar social, a esto hay que añadir la crisis económica que trajo la primera guerra mundial (de ahí la huelga general revolucionaria de 1917). La situación previa a los años 30 estuvo muy revuelta debido a la falta de libertades políticas, las guerras en África, y las crisis económicas. La burguesía naciente en las ciudades solo podía gobernar conjurando sus poderes con los de los terratenientes tradicionales (una situación similar a la rusa, desarrollo desigual, aunque no tan acusada), la forma escogida fue a través de dictaduras militares.
Con el gobierno del almirante Aznar el rey Alfonso XIII convoco, para dar imagen de demócrata, elecciones municipales, en las que los partidos republicanos (que previamente se habrían reunido en San Sebastián) obtuvieron la victoria en la mayoría de las grandes ciudades. Ante esta situación el rey, temeroso, y con el recuerdo de su compañero Nicolás II muy presente, decidió huir de España con la famosa frase de “no cuento ya con el amor de mi pueblo”. Ante este vacío de poder se constituyó la II República Española, que se constituyó en un primer gobierno de partidos burgueses progresistas con el objetivo de llevar a cabo las reformas de la democracia burguesa que necesitaba España. Estas reformas que se intentaron poner en práctica fueron la separación de la Iglesia y el estado, la reforma militar (había un gran número de oficiales en el ejército) y por último, la reforma agraria, que sería una verdadera piedra en el zapato para los progresistas burgueses.
El boicot continuo de las clases conservadoras y la tibieza del gobierno republicano hicieron de estas reformas una utopía, sobretodo con el tema de la reforma agraria, que el gobierno quería impulsar desde un organismo sin financiación. Las clases trabajadoras se radicalizaban cada día más y la reacción entró en el gobierno de la mano de Gil Robles y la CEDA, que paralizaron aún más las reformas democráticas. Durante el Bienio Negro, que es el nombre que se les dio a los conservadores burgueses, tuvo lugar la revuelta asturiana del 34, que fue un alzamiento revolucionario que tuvo que ser aplacado mediante una fuerza expedicionaria de la Legión (enviada desde África y mandada por un joven general Franco). Las consecuencias de la revuelta asturiana fueron miles de muertos y de detenidos, además de en Asturias, en Cataluña, donde los progresistas nacionalistas burgueses iniciaron sus propias reivindicaciones. La represión contra los movimientos catalán y asturiano radicalizó aún más si cabe a los obreros, que ahora pedían ¡AMNISTÍA!.
Debido a una serie de casos de corrupción de las derechas se convocaron elecciones en las que se presentó una congregación de partidos progresistas burgueses y algunos socialistas, el llamado Frente Popular. La candidatura de izquierdas prometió lo mismo que prometió el primer gobierno burgués en el año 31, además de la amnistía a los presos políticos.
La victoria de dicha congregación de partidos significaba la vuelta al poder de los burgueses progresistas, pero no solo eso, los obreros y campesinos cansados de esperar las reformas prometidas y desconfiando de la burguesía se lanzaron a conquistarlas ellos mismos. Los obreros abrieron las puertas de las celdas y sacaron a los presos, obligaban al patrón a readmitir a los despedidos por huelgas o actos de agitación, y en el campo se tomaban las tierras, sin ir más lejos el 25 de marzo de ese año 60.000 jornaleros ocuparon 3000 fincas, el 1 de julio había 1.000.000 de trabajadores en huelga en el estado español. Mientras todo esto ocurría el gobierno burgués clamaba por mantener el “orden democrático”.
El día que se dio el golpe de estado fueron mayoritariamente los obreros y campesinos, los que nuevamente, lucharon prácticamente sin armas contra los sublevados, abasteciéndose de armas que robaron en los cuarteles y de la dinamita que consiguieron en las obras y canteras. La situación revolucionaria estaba en auge, si en ese momento los dirigentes obreros hubieran llamado a la revolución y hubieran luchado por ella, tal vez hubiese sido la historia de otra manera, lo que ocurrió fue distinto. Los partidos proletarios se aliaron con los progresistas burgueses, cosa que confundió a las bases y desmotivó el movimiento insurreccional, la unión con la burguesía gobernante fue un hecho absurdo y traicionero. La alianza con la burguesía contaba con el apoyo del PCE que (bajo órdenes del papaíto de los pueblos) dictaba cátedra, véase las enseñanzas del camarada José Díaz, que parece más que un comunista el presidente del Club de Fans de Stalin:
«Querido camarada Stalin,
Quiero transmitir por vuestro intermediario mis mejores saludos al Politburó, al Comité Central y al Gobierno. Y usted, camarada Stalin, reciba los saludos profundos y cordiales de aquel que no ha podido olvidar nunca la ayuda del camarada Stalin, timonel y guía de la clase obrera internacional.
Si yo dispusiera de diez vidas, con plenitud de salud y fortaleza, las daría, con placer si fuera necesario, sabiendo perfectamente que usted, mejor que cualquiera, las sabría utilizar, y si estas vidas pudieran prolongar su propia vida, las entregaría con más fuerza todavía.
Salud camarada Stalin. ¡Adelante, nuestra causa es la única que es justa!
José Díaz»
Con gentes así al mando de lo que se supone “la vanguardia” de la clase obrera, que debe ser su partido comunista, andamos bien. La política conciliadora de los comunistas españoles fue lamentable, aunque por comunistas me refiero no a las bases, sino a sus dirigentes. Los militantes del PCE hicieron grandes esfuerzos en combate y siempre serán héroes de la clase obrera española como lo fueron otros. Claro que estos fanáticos del “timonel de la clase obrera” no lo eran por gusto, sino que lo hacían condicionados a las entregas de armas y comisarios políticos y militares enviados desde Rusia, las armas de la URSS se enviaron (a parte de por dinero) con una implacable voluntad de guía de la línea política española.
Siguiendo con la guerra y la táctica del Frente Popular, diremos finalmente que el fascismo es la última línea de defensa de la burguesía para mantener el orden y la ley vigentes, el fascismo es el cortafuego entre el pueblo y la revolución, visto esto parece absurdo querer conciliarse con los defensores de este cortafuego. Los hechos demostraron que la alianza con los burgueses solo trajo contradicciones y confusiones para los obreros y campesinos españoles que llegaron a ser reprimidos por el gobierno republicano.
Hoy día, 75 años después es importante recordar la lucha de todos los obreros y campesinos españoles y extranjeros que dieron su vida y su juventud por la causa del proletariado.
¡SALUD A TODOS!
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