domingo, 10 de noviembre de 2013

Plusvalía feminista



El marxismo es fundamentalmente un método de análisis/transformación de la sociedad capitalista, por tanto, no se ha de basar en describir los problemas, sino también en plantear las soluciones. Marx comprendió esta cuestión al escribir su undécima tesis sobre Feuerbach: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". En este blog tratamos humildemente de contribuir a esta transformación, y para ello vamos a hablar de la plusvalía, pero desde un punto de vista un poco distinto. Intentaremos no dar por sabido nada, así que haremos una descripción de la visión clásica de la plusvalía, y posteriormente, le daremos esa otra visión de la que hemos hablado.

Plusvalía:

Imaginemos a un hombre, un hombre que posee dinero, mucho dinero. Nuestro hombre no desea mantener este dinero ocioso, sin movimiento, pues se da cuenta de que el flujo de dinero en el capitalismo es susceptible de generar aún más dinero. En esta disyuntiva, nuestro amigo se plantea abrir un negocio, un negocio que se va a dedicar a la fabricación y venta de sillas. ¿Por qué sillas? Bueno, después de un minucioso análisis en el mercado ha observado que existe una demanda solvente de sillas y el está dispuesto a satisfacer esta demanda (aunque no sea este su objetivo primario). En el capitalismo cuando un mercado tiene una demanda solvente atrae a los capitales hacia él, esto solo ocurre cuando la demanda es solvente, es decir, cuando se puede obtener beneficio de la satisfacción de esta necesidad latente.

Pero sigamos con nuestro hombre que  ya se ha decidido a emprender el negocio de fabricación y venta de sillas. Lo primero que nuestro hombre se pregunta es: -¿Qué necesito para emprender mi negocio?- Bueno, tiene dinero y una idea de negocio, que es bastante importante. Pero el dinero y las ideas, por si solas, no hacen sillas, así que se da cuenta que necesita materiales, madera, locales, clavos, martillos…etc. –Ahora sí que puedo comenzar- piensa nuestro buen capitalista. Pero existe un problema añadido, que tampoco los maderos y clavos se unen solos, como por arte de magia, así que decide contratar a unos hombres y mujeres que se encargarán de fabricar las sillas.

Estos hombres y mujeres van unidos a algo que Marx llamaba “fuerza de trabajo”, que es lo que el capitalista necesita para que las sillas empiecen a salir. ¿Cómo puede el capitalista convencer a estos hombres y mujeres para que trabajen para él? No le será muy complicado, puesto que a diferencia de él, los proletarios (que así se llaman estos hombres y mujeres) no disponen de tanto dinero como para no tener que trabajar. 

Resumiendo. Nuestro capitalista ya tiene todo lo que necesita: materiales y máquinas para hacer las sillas (capital constante) y hombres y mujeres que pondrán estos materiales en común (capital variable). En la mente de nuestro capitalista aparece constantemente la siguiente fórmula:

D-M-D’

Esta fórmula indica que si el invierte 10 millones de € (D) en comprar capital constante y variable (M), finalmente obtendrá en el mercado 15 millones de euros (D’). Su producción solo se realiza en tanto que puede obtener una rentabilidad del dinero invertido, en el momento que D’

Las sillas ya salen normalmente, y nuestro capitalista las vende a 15€ la unidad. ¿Por qué a 15€ y no a 200€? Aquí intervienen muchas cuestiones, pero lo primero que nuestro capitalista piensa es -¿Cuánto me cuesta fabricar cada unidad?-. El capitalista calcula que cada silla le cuesta 5€ en concepto de madera, clavos, pegamento, pintura, es decir, en concepto de capital constante, y que le cuesta otros 5€ en sueldos de trabajadores. Por tanto, deduce que la silla le cuesta unos 10€. Si nuestro amigo quiere seguir ganando dinero sabe que tiene que vender esta silla a mas de 10€, porque nadie monta un negocio para perder dinero. Así que finalmente el precio que pondrá dependerá de la oferta y la demanda, de la competencia que tenga en el mercado, pero jamás podrá bajar de sus costes de fabricación, puesto que de ser así, tendrá que cerrar.

Pero un segundo. Y aquí está el quid de la cuestión. Hemos dicho que la silla le cuesta 10€ y que la vende por 15€. ¿De dónde salen esos 5€ de beneficio? ¿En qué momento se han producido? Bueno, parece claro que se han producido en el proceso de fabricación, es decir, en el proceso de valorización. ¿Qué es lo que ha dado valor a esos materiales? ¿Qué es lo que ha convertido un puñado de clavos y maderos en una preciosa y reluciente silla capaz de ser apreciada en el mercado? La fuerza de trabajo. Es decir, el valor de la silla ha sido producido íntegramente gracias al trabajador, que ha sido quien la ha construido. Es cierto que el empresario ha jugado un importante papel en la fábrica, puesto que ha sido él quien ha tenido la idea y quien ha hecho la inversión, pero en el proceso de generación de valor (a la hora de fabricar la silla) el no ha aparecido por allí.

Pero volvamos a los costes de producción. ¿Qué significa coste de producción? Significa desgaste de algo. Cuando golpeamos los clavos con un martillo, este martillo ya está empezando a morir, es decir, está siendo desgastado, y el empresario tendrá que añadir este coste de desgaste en la silla para que el día de mañana, cuando sea necesario un martillo nuevo éste pueda ser adquirido. Pasa exactamente lo mismo con la fuerza de trabajo. Un hombre o mujer que dedica 10 horas o 12 horas del día a hacer sillas se está desgastando 10 horas o 12 horas al día. El empresario tiene que garantizar que este obrero se recupere, que tenga medios de subsistir y pueda volver a la fábrica el día siguiente sin desmayarse. Es decir, el empresario tiene que reproducir la fuerza de trabajo gastada por sus obreros, y lo hace con un salario, que servirá a estos obreros para comprar comida, pagar el alquiler, el agua, la luz…etc.

La cuestión reside en lo siguiente. ¿El salario que recibe el obrero es el fruto íntegro de lo que ha aportado? Vamos a intentar responder negativamente a esto. Recordemos que el capitalista obtiene el beneficio del trabajo del obrero, es decir, que los 5€ (15€-10€) son generados por el obrero, así pues, si vemos que el obrero solo recibe 5€ por silla es fácil deducir que no está recibiendo el fruto íntegro de su trabajo. Si el obrero recibiera los 5€ de su sueldo y los 5€ de plusvalía que ha generado su trabajo, el empresario no se quedaría con nada y su empresa tendría que cerrar. Así pues, vemos que el salario del obrero no reproduce íntegramente su desgaste diario. Es más, el empresario únicamente gana dinero en tanto que puede seguir manteniendo este estado de cosas.

Los patronos conocen perfectamente donde reside su beneficio. ¿Por qué sino estarían bajando los sueldos de sus obreros? Pues para reducir costes y quedarse con un mayor margen de plusvalía por silla, simplemente. ¿Por qué están alargando las jornadas y manteniendo los sueldos? Pues para pagar al obrero únicamente por 8 horas mientras el obrero le regala gratis 4 horas más. ¿Por qué los patronos no desean sindicatos? Pues para hacer libremente lo que quieran con los sueldos de sus trabajadores sin ninguna oposición. ¿Por qué se llevan las empresas a Bangladesh, China o Rumanía? Pues para pagar 300€ por obrero en vez de 1000€ por obrero y aumentar su ganancia por silla.

Punto de vista feminista:

El marxismo centra sus análisis en aquellos trabajos que cumplen con la centralidad teórica en el capitalismo, es decir, aquellos trabajos que son remunerados y que se hacen en relación de dependencia capital-trabajo. Para Marx el centro de la actividad y de la economía capitalista se debe de buscar en la fábrica, en el taller, en la empresa capitalista moderna y probablemente no le falte razón, pero a menudo los marxistas olvidamos el papel del trabajo doméstico no remunerado. El trabajo doméstico no remunerado está fundamentalmente vinculado a la mujer obrera, (decimos obrera porque la mujer burguesa suele mercantilizar este trabajo doméstico a otras mujeres obreras) y tiene un papel trascendental en la economía capitalista, por lo menos, tan trascendental como el trabajo productor. El trabajo doméstico es un trabajo reproductor, es decir, su objetivo es reproducir la fuerza de trabajo de aquel que lo realiza o de aquel que lo disfruta.

El obrero que llega a casa después de trabajar y se encuentra con la comida hecha, la ropa limpia, la casa ordenada y los niños cenados y en la cama, es un obrero que está disfrutando de un trabajo doméstico que ha realizado su compañera (compañera que probablemente también tiene un puesto de trabajo remunerado en el mercado). ¿No reproduce la fuerza de trabajo del obrero el trabajo de su compañera? ¿No se ha repuesto nuestro obrero al comer la comida hecha por su compañera? ¿No se ha reproducido su fuerza de trabajo al vestirse con la ropa planchada por su compañera? ¿No disfruta el obrero de una serie de cuidados afectivos si se pone enfermo por parte de su compañera? Por tanto, esto nos lleva a pensar lo siguiente:

El capitalista está disfrutando de un porcentaje de fuerza de trabajo reproducido no abonado, es decir, gratuito, es decir, expoliado, que se suma a la plusvalía que no paga al trabajador. 
Veamos lo que quiero decir con un ejemplo numérico:
 



1> VISIÓN MARXISTA (sin incorporar la visión feminista)

Jornada completa: se requieren 10h para reproducir la fuerza de trabajo gastada durante la producción de sillas.
 
El empresario paga la reproducción del sueldo, es decir, 5h, con lo que se queda con una plusvalía producida durante 5h adicionales.

El capitalista roba 5 horas.


 


2> VISIÓN MARXISTA (incorporando la visión feminista)

 Jornada completa: se requieren 15h para reproducir la fuerza de trabajo (las 5h de más son las que realiza la mujer para garantizar la reproducción física del minero, no contempladas antes)
 
El empresario sigue pagando 5h, con lo que se queda 5h del minero y 5h de la mujer del minero de forma gratuita.

El capitalista roba 10 horas



Vemos entonces como el capitalismo se sostiene por una doble explotación, la del trabajo asalariado remunerado y la del trabajo doméstico no remunerado. La mujer obrera está doblemente explotada, en tanto que mujer y en tanto que obrera, en tanto que es robada en su puesto de trabajo (plusvalía) y en tanto que mayormente es la que se ocupa del trabajo no remunerado que ayuda a reproducir la fuerza de trabajo suya y de su compañero. Por eso los marxistas somos feministas, porque reconocemos y repudiamos la explotación económica y patriarcal que sufre la mujer en las sociedades burguesas.

¡Abajo el capitalismo!

¡Abajo el patriarcado!

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