¿Es
necesaria la violencia para hacer política? Esta sola pregunta puede causar
urticaria a muchos liberales enamorados de la “inviolabilidad de la libertad y
de la vida humana”, no pretendo que ellos se lo pregunten (conozco su hipocresía
en condenar unas violencias y jalear a otras), mi pregunta ha de ir dirigida a
los futuros revolucionarios. Aquellas personas que quieran honestamente cambiar
las cosas en este mundo podrido, en uno u otro momento, han debido de hacerse
esta pregunta que vamos a intentar contestar. ¿Cuál debería ser la postura de
los marxistas-leninistas ante esta cuestión? Voy a intentar dar mi opinión
sobre el asunto.
Breve
repaso histórico:
Primero
que todo, hay que señalar que todos los cambios de calado en la historia de la
humanidad han venido de la mano de la violencia (sobre todo de la violencia de
masas). ¿Qué país no ha vivido revoluciones? ¿En qué país los campesinos no han
quemado las fincas de sus dueños? ¿En qué país los obreros no han utilizado la
insurrección armada para la conquista política del poder? No hace falta que
hablemos claro está, de la violencia de la clase explotada, podemos hablar de
la violencia de clases poseedoras y acomodadas entre ellas, porque la violencia
política de masas, siempre es lucha de clases. La burguesía francesa e inglesa
sabe esto que digo mejor que ninguna otra. ¿Cómo conquistaron los comerciantes
y tenderos franceses el poder político en su país? Por medio de la guillotina y
apoyándose en las masas. La burguesía ha utilizado para alcanzar su actual
dominio la violencia política de masas, que hoy tanto condena. Trotsky decía en
1905 que:
“¿En qué otro periodo
se elevó la democracia burguesa a tal altura, encendió una llama tal en el
corazón del pueblo como lo logró la democracia jacobina, Sans-culotte y
terrorista de Robespierre en 1793?”
Esta
afirmación, que todo marxista debería conocer, reconoce el pasado
revolucionario de la clase hoy poseedora, la capitalista, reconoce que sus
inicios como clase revolucionaria van de la mano del proletariado naciente. ¿Acaso
fueron los pequeñoburgueses parisinos los que mayoritariamente cogieron las
armas en su revolución? ¿Fueron únicamente ellos los que asaltaron la Bastilla?
¿Eran burgueses los habitantes del Arrabal de Saint-Antoine? Parece claro pues,
que los inicios de la burguesía como clase poderosa, como clase dominadora,
vienen de la mano del proletariado ya que en aquel momento el enemigo era
común, el viejo régimen.
Desde
aquel momento las cosas han cambiado, la democracia burguesa se asentó en
Europa y se consolidó en los EEUU. El imperialismo del siglo XIX extendió la
barbarie capitalista por todo el globo arrasando culturas, pueblos y vidas
humanas. Las respuestas de estos pueblos fueron también violentas, y con toda
la razón, pues por medio de la represión se les sometía. Así, llegamos a las
revoluciones proletarias de 1848, pero sobretodo a la más gloriosa de las
revoluciones del siglo XIX, la tentativa comunal de los parisinos en 1871. La
comuna de París se convirtió en la primera revolución, o mejor dicho, en el
primer gobierno obrero de toda la historia con perspectivas fuertes de
extenderse por todo el Imperio. Las hienas burguesas de Thiers y de los
Versalleses aplastaron esta tentativa del proletariado parisino y mataron a
30.000 obreros, pero dejando de lado esto hay que preguntarse: ¿Fue la Comuna
una tentativa violenta de conquista del poder? ¿Se decretaron medidas
represivas, y sobretodo, eran necesarias?
Estas
preguntas son muy importantes, porque sobran en el movimiento obrero de hoy
algunos que como Kautsky o Ebert en el siglo pasado, dicen que la comuna fue poco
más que una tentativa democrática de los “ciudadanos de París”. De esta forma,
consiguen prostituir la causa de los comuneros y engañar a los revolucionarios
de hoy. La comuna decretó leyes profundamente violentas, profundamente
terroristas (en el sentido más jacobino de la palabra) para con sus enemigos.
¿Esto es reprochable? ¿Podemos condenar a los que fusilaban y ahorcaban a los
traidores, espías, contrarrevolucionarios y asesinos del pueblo? Mientras se
había enviado a hornadas de obreros a morir por los intereses estúpidos de
Napoleón III nadie se cuestionaba la “sagrada vida humana”, pero cuando los que
caían en los paredones y las fosas comunes eran burgueses millonarios, agentes
de la reacción o generales con las manos manchadas de sangre, la cosa cambió. París
y su Comuna asestaron golpes duros a Thiers y a sus bandidos pero no fueron
suficientemente contundentes, pues les dejaron reagruparse a las afueras de la
ciudad y ese fue su fin. Entonces parece ser que hasta 1871 todas las
tentativas de rebelión de masas (ya fueran intereses burgueses o proletarios
los que las empujaban) venían de la mano de la violencia.
La
lección más dura que los obreros del mundo nos hemos llevado en nuestra lucha
por la emancipación, ha sido la Revolución Rusa de 1917. Sin duda, es la mayor
revolución de todos los tiempos, por su calado, por su ejemplo, por su novedad
y por su rápida evolución. Citaré nuevamente a Trotsky, en su obra sobre la
revolución, para que podamos ver claramente el cambio llevado a cabo por los
obreros, soldados y campesinos rusos:
“En los dos
primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los
Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido
ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento
mismo de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición. La historia
no registra otro cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta
que estamos ante una nación de ciento cincuenta millones de habitantes.”
¿Este “cambio de frente tan radical” se llevó a cabo
sin violencia? Es evidente que no, aunque es cierto que esta violencia que se
tuvo que llevar a cabo, no tuvo que ver con la conquista física del poder, sino
con su conservación y con la implantación del socialismo. El joven gobierno de
los soviets llegó al poder deteniendo a contrarrevolucionarios y fusilando a
junkers y batallones de la muerte, no obstante, esto no se puede catalogar de
violencia a gran escala. Lo que sí que se debe catalogar como violencia a gran
escala y lucha por conservar lo que la revolución había conquistado, es la
Guerra Civil que los terratenientes, capitalistas e imperialistas extranjeros decidieron
desatar en Rusia. Esta lucha sí que exigió al gobierno del proletariado y de
los campesinos, medidas violentas, medidas de guerra y de represión que se
pueden catalogar como brutales. Los ejércitos blancos y extranjeros (los
Kolchak, Yudenitch y demás) fusilaban y mataban todo lo que pasaba por delante
de sus ojos, sus espías y saboteadores boicoteaban la economía de guerra
bolchevique, el país estaba asolado por el hambre, por las matanzas y por los crímenes.
¿Ante una situación de agresión tan grave, se podía actuar de forma pacífica,
conciliadora? No, y esto lo entendieron bien los soldados del Ejército Rojo,
que pese a estar agotados de combatir en la Gran Guerra imperialista de 1914,
decidieron seguir luchando por defender a los soviets. El gobierno bolchevique,
empujado por las circunstancias, tuvo que tomar medidas que jamás hubiera
pensado, establecer una disciplina férrea en el ejercito, organizar una jerarquía
militar (aunque no como la zarista o la de Kerenski, pues esta, era útil a los
obreros)…etc.
No tardaron los falsos socialistas de la II
Internacional, los que habían votado a favor de los créditos de guerra, en
condenar las actuaciones de los bolcheviques por “violentas y antisocialistas”.
A estas acusaciones Trotsky, organizador del ejército rojo contestó de la
siguiente forma:
“¿No lo
comprendéis, falsos devotos? Pues os lo explicaremos. El terror del zarismo estaba
dirigido contra el proletariado. La policía zarista estrangulaba a los
trabajadores que luchaban por el régimen socialista. Nuestras Comisiones
Extraordinarias fusilan a los grandes propietarios, a los capitalistas, a los
generales que intentan restablecer el régimen capitalista. ¿Percibís este...
matiz? ¿Sí? Para nosotros, los comunistas, es por completo suficiente.”
Parece que podemos concluir con esta idea, que la
burguesía y el proletariado, si han tenido la verdadera voluntad de luchar por
sus intereses de clase, lo han hecho a través de la violencia, y cuando no lo
han hecho suficientemente han sido derrotados por sus enemigos, que si comprendían
este principio. La pequeña burguesía francesa, inglesa, rusa, americana,
latinoamericana y en general la del mundo entero que la haya visto florecer, ha
recurrido a métodos violentos. Así también, los obreros y campesinos, en
infinidad de países han luchando con mosquetes y cañones contra sus carceleros.
Lo importante de la historia, es que su estudio nos enseña a prevenir el
futuro, sus lecciones nos preparan para la inminente lucha entre el capital y
el trabajo. Es cierto que abundan algunos que hablan de revolución y pretenden
llevarla a cabo sin atender a las lecciones del pasado, ponen como ejemplo la
lucha por la independencia de la India, o la conquista de los derechos civiles
en los estados unidos. A todos ellos hay que contestarles dos cosas: la primera
es que estos ejemplos no constituyen ningún cambio en la clase que ostenta el
poder, y por tanto, no se les puede catalogar de revoluciones profundas (en los
términos que nosotros le damos aquí), el que no lo quiera ver que intente
averiguar cuál es la clase que gobierna en India o en EEUU y verá lo que estoy
diciendo. En segundo lugar; los métodos de lucha elegidos son libres por cada
clase, pero los resultados son palpables y no son resultado de la elección, es
necesario mostrar las evidencias históricas a estas personas, en su mayoría
honestas y consecuentes, pero aún idealizadas por la mentira de “poner la otra
mejilla”.
Violencia individual o violencia
de masas:
Lo más importante a destacar de esta cuestión es la
lucha entre los anarquistas (una parte de ellos) y los socialistas científicos.
Los primeros fueron terroristas individuales muy experimentados, el anarquismo
del siglo XIX y principios del siglo XX (o mejor dicho, una parte de él)
recurrió a menudo a grupúsculos terroristas reducidos con los que hacer ataques
puntuales a las bisagras del sistema capitalista, aunque esto pusiera la vida
en peligro de obreros y civiles. Esta actividad no solo es contraria a la
legalidad burguesa y al sentido común, sino también al socialismo. Los
terroristas individuales son unos ignorantes de poca monta que apenas
comprenden el carácter espontaneo de su lucha, son capaces de echar a perder y
dar munición a los capitalistas para ser ellos la punta de lanza del movimiento
revolucionario.
El anarquismo en general, tan equivocado en sus
posturas organizativas de la revolución, ignorando la vertebración del
movimiento obrero en un partido de nuevo tipo, tendía a caer en los sueños infantiles y
pequeñoburgueses de la “propaganda de la acción”. Creían que los actos
terroristas individuales animarían a las masas a seguirles, harían saltar la
superestructura burguesa por los aires. ¿Acaso estos “revolucionarios” no
conocen la influencia de la burguesía en las masas? ¿Creen que un obrero
idiotizado por la prensa, la iglesia, la propaganda y los discursos
democráticos durante 200 años de dominio capitalista va a despertar porque
disparen a un gendarme de la reacción cuando salga de su casa? Los comunistas
denunciamos estas tácticas estúpidas, innecesarias y negadoras de la
organización y encuadramiento proletario dentro del partido de nuevo tipo. La
revolución no se producirá jamás detonada por los ataques terroristas a alguno
que otro peón del capital, sino por la acción conjunta de la clase obrera y
campesina bajo dirección del Partido, actuando este como vanguardia, y no a
rastras de las masas, como parece que pasa actualmente en algunos lugares de Europa.
Los comunistas y el pacifismo:
¿Somos los comunistas bestias sedientas de sangre
que llamamos a la violencia para lograr nuestros objetivos políticos? Para
nada. La violencia solo debe de utilizarse bajo estas dos premisas: ante
cualquier ataque de la reacción (y proporcionado a este) y de mano de las
masas. ¿Esto qué quiere decir? Los comunistas no deseamos la violencia, los
obreros y campesinos de bien la aborrecen y la repudian, pero esto no quiere
decir, que neguemos su papel en la historia y que reivindiquemos su uso en
situaciones de vida o muerte, de liberación o de derrota. Incluso el premio Nobel
de la paz, el señor Obama (que ya tiene guasa el asunto) dijo en su discurso al
recibir el galardón que las hordas hitlerianas no se hubieran detenido sin
violencia. Los socialistas científicos repudiamos la violencia, la condenamos,
la aborrecemos, no la queremos usar en ningún caso, pero jamás diremos a las
masas que luchen contra sus carceleros que no la utilicen para este fin.
Marx, Engels, Lenin y otros pensadores marxistas han
declarado en muchas ocasiones que lo “deseable” es que la revolución sea llevada
por medio de actos “lo más pacíficos posibles”. Esto es así, es nuestro deseo,
pero si nos los truncan los defensores de lo antiguo en el momento en que lo
nuevo se abra paso, la gente responderá. La violencia del capital contra el
trabajo es despiadada, más aún en momentos de crisis económica, la explotación
se acentúa, los desahucios, los despidos, el agotamiento de prestaciones por
desempleo, la subida de impuestos al pueblo, la desprotección de servicios
sociales, la represión policial y judicial se agudiza. Esta violencia que no
veremos condenada por los liberales modernos, se ceba con la clase trabajadora,
el hambre y la miseria se llevan cebando con los pobres del mundo desde que
salimos de las cuevas, y no parece que a nadie le importe.
Es por ello, que bajo mi punto de vista, los
comunistas del mundo entero hemos de proclamar a los cuatro vientos que:
- La violencia es el pan de cada día contra los
parados, trabajadores, pobres, miserables y desposeídos.
- Que la ley protege y ampara siempre que puede a los
violentos de la clase poseedora.
- Que no tenemos derecho, como clase, al uso del
terror individual y que solo las masas de obreros y campesinos cuando luchan
por su liberación y por su pan pueden ser dignas del uso de esta violencia. Las
constituciones liberales hablaban del “sagrado derecho a la insurrección”, no
es algo que nosotros inventemos.
- Que la historia nos enseña que los cambios de modelo
y de poder son inevitablemente y lamentablemente violentos.
Esto se puede resumir en la consigna tantas veces
repetida. “paz entre pueblos, lucha entre clases”.
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