jueves, 22 de julio de 2010

Crítica al parlamentarismo


El marxismo hace una separación muy importante de lo que es el parlamentarismo (en su sentido burgués) de la representatividad del pueblo. En las democracias burguesas existentes se nos vende el parlamentarismo como el mejor sistema político jamás concebido y que mejor refleja la voluntad del pueblo. Esta concepción burguesa, esta deformación capitalista de la elegibilidad de los representantes del pueblo que se llama “parlamentarismo” es una abominación y el resultado de la evolución de las necesidades del estado de justificar sus medidas ante el pueblo.

La función del parlamentarismo es dar la sensación al obrero de que su voz es escuchada, de que sus tributos van a parar a una especie de superiores intelectuales que tienen que tomar las decisiones sobre su bienestar y que obraran en beneficio de todos. Incluso las más avanzadas repúblicas burguesas tratan de imprimir al parlamentarismo un halo de superioridad, de que está por encima de la sociedad, es algo así como, “elegidnos para que pensemos por vosotros”.

Lo que realmente está detrás de todo esto son las viejas relaciones de producción, de propiedad y de clase, que rigen todo en la tierra y las condiciones de vida de sus habitantes. Volviendo a Marx y Engels veíamos que ellos concebían el estado como un producto de la evolución de la producción y de los antagonismos de clase, pues el parlamentarismo es otra cosa exactamente igual. A medida que la lucha de clases se evidenció más, fue necesaria la creación de organismos que dotaran al pueblo de la creencia de que son ellos los que deciden.

Esto que estoy diciendo es algo que todo el mundo en mayor o menor medida comparte, y es que el parlamento (pongamos por ejemplo el español) es un verdadero circo. Se trata de dar al pueblo un juguete con el que entretenerse y olvidarse de las cosas que se deciden entre bambalinas. Los diputados y diputadas burgueses se insultan, gritan, vociferan (incluso leen poemas como ayer la señorita Soraya Sáenz de Santamaría) y esto parece que le gusta al pueblo, nos da la sensación de que se pelean por imponer sus convicciones.

Realmente cuando las cámaras se apagan, cuando los transcriptores dejan de escribir, nuestros "representantes" se van al bar del congreso a fumar sus puros y a beber sus vasitos de “güisqui” juntos. ¿Qué clase de broma estamos viviendo? Marx hizo una crítica sobre el parlamentarismo de la cual recojo una frase muy característica aquí:

“En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años que miembros de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo en el parlamento, el sufragio universal debería servir al pueblo, organizado en comunas, de igual modo que el sufragio universal sirve al empresario para encontrar obreros, inspectores y contables”

Esta frase resume perfectamente la esencia del parlamentarismo burgués, entonces muchos le recriminaron a Marx y a los suyos que lo que estaba buscando era la supresión de las instituciones representativas. ¡Nada más lejos que eso, y nada más cerca a la vez! Marx quiere destruir las instituciones representativas, es cierto, pero siempre que sean representativas para la burguesía (a quienes representan los señores Rajoy y Zapatero ¿Al pueblo?) y quiere sustituir estas instituciones por otras que representen a los trabajadores. ¿Cómo logramos esto? ¿En que consiste?

La solución entonces pasa por modificar estas instituciones representativas, que dejen de representar a la burguesía para que representen al proletariado, y esto se hace transformando su objeto, es decir, que dejen de ser circos para que sean corporaciones de trabajo. La comuna debe sustituir al parlamentarismo, serían instituciones pobladas por representantes elegidos democráticamente por el pueblo y no designados por los partidos, que podrían ser revocados en todo momento y retribuidos por el salario de un obrero, además de eso, los representantes tendrían que poner en práctica sus decisiones y ver sus resultados y sus errores. No hay democracia sin representatividad, pero si la hay sin parlamentarismo.

Volvemos siempre al tema de la burocracia cuando hablamos del estado y de su organización, incluso de los parlamentarios que son esencialmente burócratas. Es evidente que es imposible destruir el burocratismo de la noche a la mañana (eso es de anarquistas) lo que no es utópico es sustituir la burocracia por simples “inspectores y contables” como Marx los denominaba. Si volvemos a la frase anterior de Marx, vemos como el burócrata quedaría reducido a un empleado “de igual modo que el sufragio universal sirve al empresario para encontrar obreros, inspectores y contables”.

¿Quién esta disfrutando entonces de la democracia mas pura? El empresario al poder revocar y elegir a sus empleados. La finalidad de la comuna sería trasladar esta situación a los organismos representativos. Preciso que con esto que he dicho antes no estoy diciendo que la democracia sea la libertad de contratación de personal, pero es el ejemplo que Marx eligió para reflejar el objetivo de la comuna.

Es cierto entonces como dicen los anarquistas que “el obrero que haga estas funciones de inspector y administrativo se tenga que someter a una autoridad”, sí, pero la cuestión es que se está sometiendo a la autoridad proletaria, a su propia autoridad. Los obreros seremos al final los que organicemos la gran producción y las funciones del estado en el socialismo hasta que la misma extinción del estado lleve a la extinción de la burocracia, donde nazca un orden donde las labores administrativas serán totalmente rotatorias y democráticas y no estén sujetas a castas dirigentes.

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